miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL GREGORIANO

Fue la influencia judía la que predominó en los primeros tiempos de la música cristiana. Aunque no se tuviera ninguna otra prueba, todavía hoy se podría discernir el parentesco entre los cantos de las liturgias hebraica y católica, que nos recuerda que el cristianismo nació en el seno del judaísmo, que durante el período apostólico se extendió primeramente entre los judíos de la “diáspora” y que Jerusalén perduró como su capital.Los primeros oficios cristianos se modelaron conforme al culto hebraico. Tenían el mismo fondo, los textos, los salmos del Antiguo Testamento. Filón resalta las analogías entre los cánticos de los cristianos del siglo I y los de los sectarios judíos, mayormente esenios y terapeutas. La cantillation del oficiante católico, una salmodia apenas cantada que no marcaba un contorno melódico salvo al final de las frases (por ejemplo en el prefacio de la misa), y los cantos antifónicos donde el solista cantaba un salmo que los fieles interrumpían después de cada versículo por un breve estribillo o una aclamación, proceden directamente del judaísmo. Por lo demás, las dos características esenciales de la música judía, monódica y modal, se encuentran en toda la música de la alta Edad Media cristiana.La adopción directa de voces hebreas, que jamás se han traducido y perviven en los cantos de la Iglesia como símbolos del legado judío, “hosanna, amén, aleluya”, data evidentemente de los primeros años de la predicación.Las trompetas, las arpas, las flautas, habían realzado brillantemente las ceremonias del Templo de Jerusalén. Pero cuando se crearon las sinagogas, después del exilio a Babilonia, los instrumentos fueron desterrados excepto el primitivo shofar , el cuerno del carnero, que no emite sino dos o tres notas y que se hace sonar siempre en las grandes fiestas judías. También en este apartado la Iglesia continuó la tradición israelita, y durante diez siglos no admitió en sus santuarios sino la voz humana. Para ella todos los instrumentos eran sospechosos de paganismo.Los historiadores del siglo XIX, educados en las humanidades clásicas, enseñaban el origen puramente griego de la música cristiana. No se les ocurrió pensar que la teoría griega era demasiado complicada para los cristianos primitivos. Más cerca de nosotros, Henri Punières, en suMusique du Moyen Art et de la Rennaisance, publicada en 1934, presenta como prueba “irrefutable” de la filiación helénica un conocido papiro que se remonta a finales del siglo III y contiene un himno a la Santísima Trinidad en lengua y notación griegas. Prunières ignoraba que poco antes se había logrado descifrar un gran número de textos musicales bizantinos, para observar su estrecha similitud con el himno de la Santísima Trinidad, que no ha conservado del sistema griego más que su notación.Sin embargo, y como reacción a estos errores, no hay que extrapolar en un sistema el paralelismo entre la sinagoga y la Iglesia. Al alejarse de su cuna judía, el cristianismo abrazó ciertas tradiciones musicales de los países a los que llevaba el evangelio. En el Oriente mediterráneo, donde el helenismo había preservado su vigencia, las aclamaciones de los fieles, las doxologías 8fórmulas de alabanza al señor al final de los salmos, tales como el Gloria Patri), dimanaban de los himnos griegos, pero sustituían las loas de las divinidades paganas por las de dios. Otras influencias más oscuras, más localizadas, célticas por ejemplo en la Galia, debieron de intervenir sin ninguna duda, aunque sean difíciles de determinar; se poseen muy pocos documentos auténticos sobre los cuatro primeros siglos de la era cristiana.

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